ASOCIACIÓN MEXICANA DE ANTROPOLOGÍA BIOLÓGICA, A. C.

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Prof. Javier Romero Molina
(1910-1986)

Johanna Faulhaber

*Esta semblanza fue publicada originalmente en 1988, con el título: "Javier Romero Molina". En: La antropología en México. Panorama histórico, 11: 353-371, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México. Se incluye aquí la versión publicada en Cien años de antropología física en México. Inventario bibliográfico, de María Villanueva, Carlos Serrano y José Luis Vera, pp 49-58, Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1999, México.



Prof. Javier Romero Molina


Publicaciones



La vida de Javier Romero representa el tiempo en el cual el estudio de la antropología se convirtió en México de una afición personal a un campo científico con sólidas bases académicas.

Javier Romero Molina nació en la ciudad de México el 14 de octubre de 1910. Después de realizar sus estudios básicos en la capital, obtuvo en 1927 el bachillerato en Ciencias Biológicas de la Escuela Nacional Preparatoria. Al año siguiente, inició sus estudios profesionales en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de México, los cuales tuvo que interrumpir en 1930.

Ingresó en 1931 al Departamento de Antropología Física del Museo Nacional de Antropología como ayudante del doctor Rubín de la Borbolla. Así principió una carrera profesional que tuvo gran repercusión en el desarrollo de la antropología física de México. Ya en 1936 se le nombró jefe de dicho Departamento, puesto que desempeñó hasta 1953.

En la década de los treinta, el ordenamiento del material osteológico reunido por Nicolás León antes de su muerte en 1929, su estudio y el de los nuevos restos esqueléticos obtenidos en las excavaciones arqueológicas que se llevaban a cabo eran la actividad predominante en el Departamento de Antropología. No es de extrañarse, por lo tanto, que las primeras publicaciones de Javier Romero estén relacionadas con los entierros prehispánicos hallados en Cholula, Puebla y en la Plaza del Seminario de la capital. Participó en las excavaciones arqueológicas que Alfonso Caso había iniciado en Monte Albán, Oaxaca, desde la temporada III (1933-34) hasta la XI (1941-42), explorando personalmente 330 entierros y 164 tumbas. Simultáneamente, localizó y excavó (1938-40) 20 entierros y 6 tumbas en Monte Negro, Oaxaca.

Las experiencias adquiridas en las exploraciones sistemáticas de las zonas arqueológicas, publicadas en 1942, sirvieron durante décadas para normar el trabajo de excavación de los jóvenes antropólogos físicos y arqueólogos, al igual que las demás publicaciones de Romero sobre entierros y tumbas de Oaxaca. Estos estudios los combinó con el de la población mixteca actual de Tilantongo (1946), llegando a la conclusión de que:

[...] el necesario cotejo de los datos descriptivos de los entierros y tumbas de Monte Albán y la Mixteca, así como los datos cuantitativos osteométricos de su contenido, hacen pensar en un tipo de población que no sufrió alteraciones físicas perceptibles en Monte Albán a través de las diversas épocas arqueológicas establecidas (Monte Albán I-V) y que guardó manifiesta semejanza con la población de la Mixteca correspondiente a la época V. Esta supuesta persistencia biológica se ve apoyada por los estudios somatométricos de las poblaciones indígenas actuales de ambas regiones que nuevamente señalan, hasta donde el proceso comparativo lo ha permitido, un franco paralelismo somático.

Sin embargo, en la zona arqueológica de Monte Negro, que corresponde a la época Monte Albán I en plena Mixteca Alta, se han podido registrar algunos hechos cuya importancia nos parece extraordinaria: el tipo físico parece ser distinto en cuanto a la estatura que es mayor y en cuanto a la forma craneana por observarse dolicoidismo más o menos acentuado, o sea una forma de cabeza alargada (1983: 111).

El profesor Romero intervino igualmente en la excavación de algunas cuevas como las de Sierra Azul, Ocampo, Tamaulipas, en 1936, y la cueva de San Borjita, Baja California, donde aparecieron pinturas rupestres.

En febrero de 1947, H. de Terra encontró en Tepexpan restos óseos con una supuesta antigüedad de entre 9,000 y 11,000 años. Le correspondió a Romero excavar dicho esqueleto en el campo y realizar después su estudio en el laboratorio del Instituto Smithsonian de Washington. Para ello se le otorgó de 1947 a 1948 una beca de la Fundación Guggenheim. La publicación correspondiente (De Terra, Romero y Steward 1949) sigue siendo básica, a pesar de que existen discrepancias en cuanto a algunos aspectos como sexo, edad y estatura.

También es preciso consignar la intervención del profesor Romero, en 1949, en el estudio de los restos óseos encontrados en Ichcateopan, Guerrero, con el fin de dar el dictamen correspondiente sobre ellos.

Las investigaciones de Romero relacionadas con las alteraciones de índole cultural apreciable en los restos óseos son de importancia. Entre ellas, las relacionadas con las deformaciones craneales intencionales, acerca de las cuales afirmó:

La deformación predominante en Mesoamérica fue la forma tabular en sus dos tipos, erecta y oblicua [...] La deformación tabular erecta es la más antigua en Mesoamérica, apareciendo en el nivel cultural correspondiente al Preclásico inferior (1400-1000 aC) en el Valle de México; la deformación tabular oblicua también estaba presente en el Valle de México a partir del Preclásico superior (500-200 aC), siendo más frecuente en el Clásico superior, especialmente en el área maya (1970: 66).

A este respecto, conviene recordar que Romano reportó posteriormente la deformación frontooccipital en un cráneo de Valsequillo, Puebla y en algunos cráneos hallados por Mac Neish y colaboradores en Tehuacán, Puebla con una antigüedad de 3,000 aC y 5,000 aC, respectivamente.

La práctica cultural en la cual Romero se ha destacado como el mejor conocedor, es la mutilación dentaria. A él se debe el sistema clasificatorio de los diversos tipos de limados, incrustaciones y del agrupamiento de éstos en patrones bucales que sigue actualmente. De sus numerosas publicaciones al respecto, consideramos a las siguientes como las más importantes: El arte de mutilaciones dentarias (1951), Mutilaciones prehispánicas de México y América en general (1958), e Incrustaciones y mutilaciones dentarias (1984). La mutilación dentaria fue igualmente el tema de las ponencias presentadas, una en 1948, en el III Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas, celebrado en Bruselas, Bélgica, y la otra en 1962, en el XXXV Congreso Internacional de Americanistas en México. A pesar de la posterior dedicación, sobre todo a otros aspectos de la antropología física, siempre estuvo al tanto de los nuevos hallazgos, de su clasificación y registro.

Otro aspecto de especial atención para Romero fue la trepanación craneana. Antes de sus estudios, su existencia en México era casi desconocida y todavía no son del todo claras las finalidades que se perseguían con ella. J. Romero dice al respecto que lo más probable es que su práctica haya obedecido a la necesidad de aplicar un medio terapéutico, puesto que en cuatro de los nueve cráneos estudiados por él hay huellas de traumatismo craneano. Para la operación se utilizaron dos técnicas, la del raspado y la del taladro. Con base en el material a su disposición, Romero creyó que la primera era más antigua, ya que se conocía desde el Preclásico (900 aC), pero estudios posteriores (Faulhaber) mostraron que la del taladro también se conocía ya en esta misma época. Más tarde se ampliaron las consideraciones de Romero en el sentido de que la lesión suprainíaca posiblemente también era un raspado intencional en dicha zona.

Hay que reconocer que el maestro Romero, desde un principio, combinó sus trabajos osteológicos con una visión mucho más amplia y hasta cierto punto revolucionaria para la época y las condiciones de investigación, en lo que se refiere a la antropología de la población viva en México. En 1937, un año después de haber sido nombrado jefe del Departamento de Antropología Física, escribe lo siguiente:

En términos muy generales, se proyecta un trabajo antropométrico en tres puntos de la República, uno en el norte, otro en la península de Yucatán y un tercero en la región central. En cada punto se escogerán dos núcleos de población de 200 individuos adultos masculinos cada uno. El primer núcleo será indígena, cuyas localizaciones aún no se escogen en definitivo. El segundo corresponderá a la ciudad más grande cercana a los anteriores, escogiendo en las ciudades a individuos mexicanos por nacimiento y que disfrutan de una posición económica desahogada [...] Bien conocida nos es la influencia directa del estado económico sobre la morfología corporal, pero creemos que la intervención de estas fuerzas debe estudiarse después con la ayuda de investigadores en otras ramas científicas (1945: 201).

Este proyecto, prematuro en México para su época, nunca se inició, pero nos parece encontrar aquí la semilla de las posteriores investigaciones en el Departamento de Antropología Física bajo la jefatura de Romero y, en 1954, en la integración de etnólogos, antropólogos sociales, lingüistas y antropólogos físicos en la Dirección de Investigaciones Antropológicas, de nueva creación, para llevar a cabo estudios multidisciplinarios.

El cambio en la orientación de la antropología empezó en 1939 con los estudios formales de la misma en el Departamento de Antropología que en 1942 se convirtió en la actual Escuela Nacional de Antropología e Historia de la SEP. Dos de sus profesores, la doctora Ada d’Aloja y el doctor Juan Comas, quienes realizaron sus estudios profesionales en Europa, se integraron al personal del Departamento de Antropología Física del Museo Nacional, bajo la jefatura de Javier Romero.

En coordinación con el entonces jefe del Departamento de Etnología del Museo Nacional de Antropología, Wigberto Jiménez Moreno, se decidió a fines de 1940 la colaboración de antropólogos físicos y etnólogos para obtener datos de campo entre indígenas del estado de Oaxaca, seleccionándose, por un lado, a los chinantecos (A. d’Aloja y R. Weitlaner) y, por el otro, a los triques (J. Comas y C. Basauri), estudios que sirvieron para el entrenamiento de algunos estudiantes (J. Faulhaber, C. Uribe y A. Monzón).

En la ENAH, Romero realizó sus estudios entre 1941 y 1944. En marzo de 1943 obtuvo los datos antropométricos de 156 hombres entre los mixtecos de Tilantongo, Oaxaca, material en el cual basó su tesis profesional para obtener el título de antropólogo físico de la Secretaría de Educación Pública y el grado de maestro en Ciencias Antropológicas de la UNAM. En 1946, el profesor Romero midió 561 niños entre el l° y 6° grado de la escuela "Hijos del Ejército No. 1", datos que proporcionó a Blanca L. Jiménez para aquilatar la validez del índice de equilibrio morfológico propuesto por F. Rosales M.

A principios de 1945, Romero midió a 121 hombres nahuas en Teanquezolco, Guerrero, estudio preparativo de la IV Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, "El Occidente de México". En 1950, colaboró en un proyecto de investigación diseñado por Efrén C. del Pozo, acerca de las posibles correlaciones entre las variaciones en electroencefalogramas y medidas antropométricas en un grupo de 105 otomíes entre los 20 y 30 años de edad, en el Valle del Mezquital, Hidalgo.

Para señalar la situación precaria existente en el México rural, publicó en 1952 un artículo comparativo acerca de la estatura de la población campesina. En cuanto a la población urbana y "con miras de cuantificar la relación entre la morfología corporal y la aptitud física", en vista de que "la investigación debía realizarse en función de cierto tipo de actividades profesionales en las que la aptitud física desempeña un papel de primer orden" (1953: 127), las investigaciones de Romero toman un nuevo rumbo. En 1950 estudió a un grupo de alumnos de la Escuela Nacional de Educación Física, considerando, además de la antropometría, la obtención de fotografías estándar del cuerpo en vista frontal, lateral y dorsal y, para la apreciación de la aptitud física, el step test. Pensó que la investigación de estos alumnos entre los 17 y 25 años de edad ofrece los medios necesarios para conocer las probabilidades de éxito de los jóvenes que intentan ingresar al plantel y para verificar una cuidadosa selección entre ellos. Desafortunadamente, su propósito no se logró, pero debemos considerar a esta investigación como un primer paso en su actividad posterior en favor de la juventud. En este mismo sentido está orientada la proposición de Romero en el "Congreso Científico Mexicano" de 1951 acerca de un Laboratorio de Antropología Física que constantemente realice y controle la investigación sobre el alumnado de la UNAM.

Con el mismo afán de lograr una apreciación integral del individuo y de la población de la que forma parte, el profesor Romero impulsó el estudio de otros aspectos como lo son la tensión arterial, la reacción ante excitantes auditivos y visuales, así como el de la psicología y de la psicobiología.

En este mismo sentido está orientado el estudio que Romero inició en 1950 en el Heroico Colegio Militar de México. En el transcurso de más de veinte años fue miembro del Laboratorio Psicobiológico (1951-1968) y con posterioridad (1969-1973) miembro honorario del mismo. Fue profesor de psicología (1953-1968) y por su actividad docente se le otorgó el trofeo Eficacia Pedagógica (1964) y la Condecoración y el diploma del Mérito Docente Militar (1971).

El estudio en el Heroico Colegio Militar se basó principalmente en los aspirantes al ingreso y en los cadetes seleccionados, los cuales provinieron de todas las regiones de la República. Del estudio transversal, que incluye a más de 20,000 individuos con una edad media de 18 años, se derivó la investigación longitudinal de varios miles de individuos durante 3 o 4 años, llegando en un pequeño grupo a un tiempo mayor y en algunos casos a más de dos décadas. Se abarcaron los siguientes aspectos: 1) apreciación métrica de algunos caracteres somáticos y valoración de las mismas según las normas que se obtuvieron; 2) observación antroposcópica integral de la estructura del cuerpo en términos de la posibilidad que se tiene para convertirla, con el ejercicio y el entrenamiento a que el individuo estará sujeto durante los años sucesivos, a aquella forma corporal considerada como la más ventajosa para los oficiales del Ejército. Con el fin de apreciar el desarrollo del individuo en este aspecto, se llevó a cabo un registro por medio de fotografías estándar que en algunos individuos abarca un lapso mayor de 18 años; 3) el aspecto psíquico se investigó por medio de la aplicación de una prueba de inteligencia, la cual se complementó posteriormente con la prueba de frases incompletas de Sacks.

Sin embargo, durante los muchos años en los que Romero llevó a cabo sus investigaciones sobre grupos de la juventud mexicana supo combinar a éstas con otras actividades en el INAH. Un grupo de investigadores de este instituto, entre ellos Romero, planteó la necesidad de llevar a cabo estudios integrales multidisciplinarios. Expuso que, "como resultado de las experiencias reunidas de tiempo atrás en el campo de las ciencias antropológicas, el año pasado fue formulada la conveniencia de que el Instituto contara con un organismo cuyos esfuerzos científicos tendieran al mejor conocimiento de las agudas necesidades biológico-sociales de nuestra población" (1954: 76). Como consecuencia de estas inquietudes, se creó el l° de febrero de 1954 la Dirección de Investigaciones Antropológicas. Los once integrantes iniciales (5 etnólogos y antropólogos sociales, 4 antropólogos físicos y 2 lingüistas) se expresaron, por sugerencia de Romero, en favor de una dirección rotativa de la misma, resultado de una elección entre sus miembros. Fue electo Javier Romero, debido a su experiencia directiva, su comprensión de colega y su aptitud para aconsejar y estimular a los diversos investigadores en sus trabajos. Él estuvo al frente de dicha Dirección hasta 1970.

En 1960 se le nombró además subdirector general del INAH, cargo que desempeñó hasta 1970. Entre 1971 y 1976 fue secretario del Consejo de Publicaciones del mismo instituto. Durante este lapso elaboró el índice de la sexta época (1939-1966) de los Anales del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Este órgano debe su vida y su publicación entre 1952 y 1956 a la persistente actividad de integración y coordinación de Romero. A él como jefe se deben igualmente los 25 números de la serie de publicaciones de la Dirección de Investigaciones Antropológicas. Junto con Ignacio Bernal, coordinó los dos volúmenes de la serie México, panorama histórico y cultural que versan sobre Antropología física, el número III, Época prehispánica (1974) y el X, Época moderna y contemporánea (1976). Romero presenta, además, la recapitulación del tomo III y en el X se publica un estudio muy importante sobre la población actual de México.

El interés en y la influencia ejercida sobre la juventud por el profesor Romero también encuentran expresión en los muchos años de enseñanza de la antropología física entre 1939 y 1982 en la actual ENAH. Después de haberse jubilado en 1973, fue nombrado director de dicha Escuela, de 1974 a 1979. Esta época fue una de las más difíciles de la Escuela, debido a la pugna que existía entre diversos núcleos políticos que luchaban por lograr el control sobre ella. Con su fe en la juventud, su infinita paciencia, cordura y comprensión, Romero supo dirigir estas inquietudes a una finalidad común, aceptada por la mayoría de maestros y alumnos, consistente en la aplicación de procedimientos democráticos en el desarrollo de los nuevos planes de estudio, en la aplicación de los mismos y en el gobierno de la Escuela.

En 1979 se integró de nuevo al Departamento de Antropología Física, ubicado en el Museo Nacional de Antropología, donde dirigió al equipo que obtuvo en septiembre de ese año los datos somatométricos, el somatotipo y la fotografía estándar de 62 varones y 8 mujeres de diversas nacionalidades que participaban en la Universiada en la ciudad de México. Igualmente, regresó al estudio, interrumpido durante 20 años, de los nuevos hallazgos de dientes mutilados y publicó la cuarta parte del catálogo correspondiente. Sigue en sus actividades científicas hasta su fallecimiento, el 10 de febrero de 1986.

Debido a su enorme labor en favor de la antropología física en México, el 27 de julio de 1982 se le rindió un merecido homenaje por sus 50 años de actividad en el INAH. A finales de ese año se le entregó la medalla de Investigador Emérito de este instituto. En octubre de 1986 se verificó el IV Coloquio "Juan Comas" en honor del profesor Javier Romero.

Tanto para las viejas como para las nuevas generaciones de antropólogos físicos de México, el nombre de Javier Romero inspira respeto, admiración y gratitud, ya que todos en algún momento hemos recibido su ayuda y comprensión, y muchos hemos sido honrados con su amistad sincera. Queremos terminar con unas palabras de él que sintetizan toda su actuación: "Sin lugar a dudas, creemos firmemente en la juventud mexicana como fuente, por fortuna inagotable, de las realizaciones de que tanto necesita el país para su transformación valiosa en función de los imperativos del mundo actual".

Referencias

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